El magnolio (Magnolia grandiflora)
EL MAGNOLIO (Magnolia Grandiflora)
Originario del sur de Estados Unidos, el magnolio llegó a Europa en torno a 1711 de la mano de Réné Darquisade que plantó un magnolio en su jardín La Maillardièr. Debe su nombre a su descubridor: Pierre Magnol. Actualmente el ejemplar más antiguo que se conserva es el del jardín Botánico de La Universidad de Padua que data de 1750. Muy extendidos por las zonas templadas, suelen plantarse en parques públicos y jardines privados donde destacan por su elegante silueta, la suavidad y el brillo de sus hojas y la fragancia de sus grandes flores. El fruto y las semillas de color rojo intenso le proporcionan también una gran belleza.
El magnolio es un árbol perenne ornamental que puede alcanzar los 30 Mts de altura. Sus grandes hojas destacan por el color verde oscuro y brillante del haz y su envés marronáceo y rugoso. La floración se produce durante la primavera; en las puntas de las ramas destacan entonces unas enormes flores (hasta 20 cm.) que van desde el rosado al blanco puro. Tienen forma de cáliz y sus pétalos carnosos recuerdan a los nenúfares. Su intensa fragancia las hace competir con las rosas. Los frutos tienen forma de piña y las semillas de un color rojo intenso le dan un aspecto muy vistoso.
Se desarrolla en zonas soleadas y suelos profundos, fértiles y permeables. Soportan alguna helada en el invierno, pero les afecta el exceso de humedad o la sequía prolongada.
Elegancia y porte en parques y jardines privados
Existen numerosos ejemplares en el norte de la península ibérica y en el centro, donde destacan los grupos de magnolios del Paseo del Prado y del paseo de coches del Retiro así como los de San Lorenzo del Escorial; pero también hay algunos en Andalucía, como el sevillano que está junto a la catedral y que recuerda con nostalgia el poeta Luis Cernuda en su obra "Ocnos", evocación de su infancia y juventud en la capital hispalense:
En un recodo de la calle estaba el balcón, al que se podía trepar, sin esfuerzo casi, desde el suelo; y al lado suyo, sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio.
Entre las hojas brillantes y agudas se posaban en primavera, con ese sutil misterio de lo virgen, los copos nevados de sus flores.